Tengo ganas de verte. Ganas de sentirte cerca mío. Ganas de tan solo vislumbrar tu silueta junto a mi.
Ansiedad de tenerte cerca. Ansiedad de saberte mío y de nadie más. Porque es así. Tu eres mío y yo de ti. Solos los dos.
Ansiedad de sentir tus labios sobre los mios, tu mirada fija en mis ojos, provenientes de aquellos ojos oscuros que tanto. Tu cabello negro azabache pegado a tu precioso rostro.
Ansiedad de sentir tu cuerpo junto a mi.
Y observo aquella puerta que se mantiene cerrada aún. No es la hora. Observo mi reloj y aún queda tiempo. Pero ya no puedo esperar. Me cuesta. Te necesito.
Me abrazo a mi misma, sentada en la cama. La habitación se me hace tan sola, vacía.
Aún no estás.
Mi cuerpo entero te llama en silencio. Mis ojos clavados en aquella puerta que aún no se mueve. Me siento sola.
Ansío tu esencia.
Cierro mis ojos lento, hasta que de pronto, oigo como la puerta se abre despacio y soy consciente de ti al sentir tus brazos alrededor de mi cuerpo.
- Estás aqui - susurro despacio a lo que no contentas de inmediato.
-Shhh, tranquila - me tranquilizas con tu suave voz junto a mi oido para luego sentir tus tiernos labios sobre los mios, en un cálido beso.
Y fue como volver a respirar. Mis brazos rodearon tu cuello, en un afán por acercarte más a mi, sentir tu escencia, mientras mis labios acarician con deleite los tuyos, derritiendome ante tu dulce sabor.
Y tal parece que lo tenías claro, sin que yo te lo dijese. Porque en aquel instante me cobijazte en tu pecho, acurrucándome contra ti. Pude sentir el latido de tu corazón, tranquilo, marcando mi propio ritmo.
Levanté mi mirada y mis ojos se encontraron lo que ansiaban ver. Aquella mirada dulce y a la vez inquietante recorriendo mi rostro, ojos negros parpadeando tan solo para mí.
Mis dedos se entremezclaron con tus cabellos oscuros, tratando de acercarte más a mi, al tiempo que sonrío traviesa. Captaz mi maniobra y me susurras despacio, rozando mis labios.
-Te quiero - mis labios vibran por tus palabras, para luego fundirse junto a los tuyos, mientras me recuestas suavemente en la alcoba.
Y es que mi ansiedad por ti es algo que no puedo evitar y no quiero. Y tal vez tu...tampoco quieres evitar.
Ansiedad de tenerte cerca. Ansiedad de saberte mío y de nadie más. Porque es así. Tu eres mío y yo de ti. Solos los dos.
Ansiedad de sentir tus labios sobre los mios, tu mirada fija en mis ojos, provenientes de aquellos ojos oscuros que tanto. Tu cabello negro azabache pegado a tu precioso rostro.
Ansiedad de sentir tu cuerpo junto a mi.
Y observo aquella puerta que se mantiene cerrada aún. No es la hora. Observo mi reloj y aún queda tiempo. Pero ya no puedo esperar. Me cuesta. Te necesito.
Me abrazo a mi misma, sentada en la cama. La habitación se me hace tan sola, vacía.
Aún no estás.
Mi cuerpo entero te llama en silencio. Mis ojos clavados en aquella puerta que aún no se mueve. Me siento sola.
Ansío tu esencia.
Cierro mis ojos lento, hasta que de pronto, oigo como la puerta se abre despacio y soy consciente de ti al sentir tus brazos alrededor de mi cuerpo.
- Estás aqui - susurro despacio a lo que no contentas de inmediato.
-Shhh, tranquila - me tranquilizas con tu suave voz junto a mi oido para luego sentir tus tiernos labios sobre los mios, en un cálido beso.
Y fue como volver a respirar. Mis brazos rodearon tu cuello, en un afán por acercarte más a mi, sentir tu escencia, mientras mis labios acarician con deleite los tuyos, derritiendome ante tu dulce sabor.
Y tal parece que lo tenías claro, sin que yo te lo dijese. Porque en aquel instante me cobijazte en tu pecho, acurrucándome contra ti. Pude sentir el latido de tu corazón, tranquilo, marcando mi propio ritmo.
Levanté mi mirada y mis ojos se encontraron lo que ansiaban ver. Aquella mirada dulce y a la vez inquietante recorriendo mi rostro, ojos negros parpadeando tan solo para mí.
Mis dedos se entremezclaron con tus cabellos oscuros, tratando de acercarte más a mi, al tiempo que sonrío traviesa. Captaz mi maniobra y me susurras despacio, rozando mis labios.
-Te quiero - mis labios vibran por tus palabras, para luego fundirse junto a los tuyos, mientras me recuestas suavemente en la alcoba.
Y es que mi ansiedad por ti es algo que no puedo evitar y no quiero. Y tal vez tu...tampoco quieres evitar.