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"...Disfruten de estos pensamientos a la deriva, los cuales conforman el mar de mi imaginación..."

sábado, 12 de noviembre de 2011

Blind

Ciego. Eso es lo que fui y lo que sigo siendo.

Observo la estancia a mí alrededor. Las paredes blancas, tal y como te gustaban. Los muebles continúan en su lugar. Las cosas mantienen su esplendor, la ventana continúa abierta de par en par.

Todo parece como si las cosas fuesen igual a lo que fueron unos meses atrás.

Me quiero convencer que así es.

Sonrío con ironía mal disimulada. Mis descalzos pies tocan el frio suelo, y su gelidez me envuelve tan pronto que quizás mi corazón ya no late como antes lo hizo.

El sofá se mantiene intacto, esperando tal vez, los encuentros que compartimos en aquellos días. Pero no hay nada. Ya nada está aquí, conmigo, tu recuerdo solamente.

Flash – Back.

- - Me haces cosquilla – susurré despacio, al sentir tu cabello acariciar despacio mi mejilla, mientras tú te apoyabas en mi hombro.

Mi cuerpo se amoldó al tuyo, casi sin percatarme, mientras mis brazos te recibían en su interior y al momento sentí el calorcito de tu cuerpo ayudando a sanar el mío.

- - No puedo evitarlo – tu suave voz retumbó en mi garganta, mientras mi piel se erizaba ante tu contacto.

Depositaste un suave beso en mi mejilla, cercano a la comisura de mis labios, al tiempo que yo giraba mi rostro y mis labios por fin cazaban los tuyos, en una suave caricia. Y es que te necesitaba tanto que no podía estar lejos de ti ni un segundo.

Fin Flash – Back.

Suspiro sonoramente, mientras recuerdo la ayuda que me ofreciste, casi sin saberlo. Me ayudaste en aquellos momentos en que mi gélido corazón ya no tenía forma de curarse, cuando pensaba que me valía a mi mismo el poder sobrevivir en este mundo, cuando no necesitaba de nada ni mucho menos de nadie a mí alrededor.

Y viví así por mucho tiempo, hasta que apareciste en mi vida. Y tu sonrisa, alegría y ternura fue poco a poco derritiendo el manto de hielo que mantenía a mi corazón en una coraza incapaz de traspasarla.

No entiendo como pude dejar que todo eso se fuese irremediablemente.

Demonios. Fui un ciego. Un ciego incurable.

Y el florero que se halla en mi cercanía es la única víctima ante mi arrebatado corazón. Sus miles de pedazos se dispersan por el piso de la estancia, mientras los observo sin ánimo.

Ya no estás. Y no hice nada para evitarlo. Nada.

Flash – Back

Tu espalda desaparecía por la puerta de salida y yo parecía como si tuviese clavado mis pies al piso, pues no podía moverme. ¿O no quería?

- - Adiós – susurraste sin voltear la vista y mi corazón dio un vuelco al darme cuenta que ya no estabas bromeando.

- - Espera – aduje mientras mi mano se cerraba en tu muñeca, deteniendo tu andar.

Volteaste con una mirada congelada, mientras tus ojos se llenaban de una ira que nunca imaginé ver en ti.

- - Suéltame – susurraste, voz cortante y cargada de ¿odio?

Mis palabras costaban por salir. ¿Cómo pedirte que te quedaras? Que te necesitaba más que nadie, que lamentaba todo lo que te había dicho. Incluso, aquel golpe.

Sentí tu mirada fija en mi cuerpo. Como bufaste casi con ironía y tu hermosa sonrisa se curvó en una sin sentimientos.

- - Nunca cambiarás – sentenciaste sin miramientos. – Siempre serás el maldito egocéntrico, el que nunca se equivoca…el que “ama” vivir solo para sí mismo.

Y no. No pude rebatir aquello. Aunque mi corazón luchase por dejar decir las palabras que arreglarían todo aquello, mi cerebro y mi maldito orgullo se lo impedían.

Mi mano aún se mantenía en tu muñeca, y no tenía la más mínima intención de dejarte ir.

- - ¿Qué? ¿Necesitas un beso de despedida? – voz cargada de odio, mas una sonrisa inerte en tu rostro.

Sentí mi cuerpo estremecer ante eso. Dolía. Tus palabras cargadas de un desprecio se clavaban despacio en mí. Te acercaste con decisión y te plantaste en mi cercanía.

Mi cuerpo exigía tu calor. Quería sentirte una vez más. No sabes como mi cuerpo entero gritaba por pedirte que te quedaras a mi lado. Mas no lo hice.

Acercaste tu rostro al mío. Era consciente de tu cálido aliento depositado en mis labios y por un instante pensé, que iluso de mi, que realmente me besarías.

- - ¡Púdrete!

Te soltaste de mi amarra como si fuese la más horrible enfermedad quien estuviese contigo y avanzaste esta vez sin darte vuelta. Saliste por aquella puerta y antes de desaparecer de mí vista para siempre, me diste un último recado.

- - Ahora si estarás bien, solo, como siempre quisiste.

El portazo se dejó sentir y yo aún, clavado en el piso sin moverme.

Fin Flash – Back.

Ahora, dos meses después, aun siento tu esencia en mi cercanía, en mi cuerpo…en mi todo. Y no soy capaz de olvidarte.

Te llevaste todo contigo. Tus fotos, pertenencias y realmente, me dejaste solo, conmigo mismo.

Caigo de rodillas, siendo rodeado por los restos del florero victima de mi ira anterior. Un pequeño trozo fue captado por mis ojos y mi mano se dirigió hacia aquel.

Una mueca de dolor cruzó mi rostro al advertir como aquel cortante objeto dejaba a modo de caricia una delgada pero profunda cortada y de la cual comenzaba a emanar un rojo liquido caliente que bañaba mi mano sin detenerse.

Fui ciego. Y por mi ceguera me quedé sin ti.

Observe mi herida, y de mis ojos nacieron las primeras lagrimas después de mucho tiempo. No lloré en tu partida pero ahora ya no puedo obviarlo.

Y mis sollozos se elevaron en el aire, mientras el suelo me acobijaba y quedaba manchado de un color carmesí.

- - Regresa...por favor.... No te vayas….yo te amo!! – y fueron esas palabras las que debí pronunciar dos meses atrás.

Pero que ahora tan solo son testigos de su nacimiento las frías paredes de la casa que alguna vez compartimos los dos.

Y no me percato de la persona que se encuentra al exterior. Pero que si escuchó mis lamentos tardíos.

- - Que ciego y que tarde te diste cuenta – susurró la figura, alejándose de lo que alguna vez fue su más completo y reconfortable refugio.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Baby Don`t Cry

Lentamente alzo la mirada hacia el ventanal presente en la habitación. El amanecer se cuela entre las cortinas, mientras pequeños rayos de un tímido sol comienzan a invadir poco a poco la estancia.

Mi cuerpo cansado.

Giro mi rostro al sentir una suave tibieza en mi mano. Y te veo. Apoyado en la cama, profundamente dormido, sin embargo, mantienes tu mano tomando cálidamente la mía.

“Mi bebé…”

Tus facciones relajadas, como hace tiempo no te veía, pues siempre cargas con esa expresión de preocupación y miedo en tus ojos cada vez que me observas.

“No lo puedo evitar”

Casi como un cruel asesino que se abalanza sin contemplaciones sobre su víctima, mi cuerpo se estremece sin querer, por aquel dolor que lo envuelve una vez más. Siento mi rostro contraerse y mis labios se cierran en una mueca indescifrable. No emito ningún sonido, no quiero despertarte, mas mi mano se cierra en la tuya a causa del sufrimiento que se apodera de mí ser.

“Duele”

Levantas tu vista, quizás al percatarte de mi estremecimiento anterior y tus ojos vuelven a llenarse de aquel miedo e incertidumbre dominante en las últimas semanas.

- ¿Estás bien? – tu suave voz retumba en la estancia, y es música para mis oídos. Esbozo una suave y casi inexistente sonrisa, mientras despacio muevo mi cabeza en señal de asentimiento.

“No te preocupes”

¿Cómo puedo explicar realmente lo que pasa? Siento tus dedos entrelazarse a los míos, casi como una súplica muda.

“No me quiero ir”

Y casi al instante susurras despacio, casi como para auto convencerte, como un susurro inentendible, poniéndole voz a mis deseos.

- No quiero que te vayas.

Y con esas palabras, el nudo en mi garganta comenzó a hacer gala de su presencia, por lo que solo puedo cerrar mis ojos intentando controlar, regular mi respiración.

“¿Por qué Dios se empeña en separarnos?”

Rememoro nuestro caminar, desde el comienzo hasta el día de hoy. No todo fue fácil, pero tuvimos oportunidades de ser felices.

“¿Lo fuiste? ¿Fuiste feliz?”

Y son pequeños sollozos los que escucho a mí alrededor, percatándome de pequeñas lágrimas que bañan despacio tu hermoso rostro, sin detenerse.

Alzo mi mano despacio, me duele, hasta depositarlo lo más suave que me permite mi estado en tu mejilla, intentando borrar aquel líquido salado que sigue emanando de tus ojos.

“No llores bebé, no llores por favor”

Me observas, implorando en un mudo silencio y te regalo una sonrisa. Tengo que ser fuerte, por ti. Porque no puedo permitir que sufras más. Que te atormentes una vez más.

Cierras tus ojos al sentir mi caricia. Que más daría por poder acunarte en tu dolor, poder decirte que no llores, mas no puedo.

Tu mejilla se aferra a mi mano, en un intento tal vez por conservar mi esencia junto a ti. Y mi corazón se rompe en miles de pedazos, al saber que no puedo quedarme como tú y yo queremos.

“Te amo bebé”.

Y es cuando un nuevo espasmo se apodera de mi débil cuerpo, haciéndolo suyo. Mis dedos se cierran en tu mejilla e intento no soltar ningún sonido, pero un leve gemido se escapa de mis labios ya resecos.

Y soy consciente que mi momento ya llega. Porque mis pulmones ya no se expanden como antes y mi corazón ya no trabaja igual.

- Resiste – te escucho una vez más, tus ojos pendientes de cada expresión, voz cargada de ruegos que yo no puedo cumplir.

“No sufras, te lo pido”.

Me duele al respirar y una fina tela comienza a empañar mi vista mas no te lo demuestro. Los médicos tenían razón. Por lo mismo no quise monitores ni nada en mi habitación. Solo la paz. Intento enfocar mi mirada en tu hermoso rostro, intentando llevarme tu faz memorizada, pero sólo un retrato nublado consigo de ti. No me queda mucho tiempo.

Un leve ceño aparece en tu rostro, quizás adivinando lo que se viene.

“Sigue con tu vida, prométemelo”.

Con un último esfuerzo, consigo articular unas pocas palabras.

- Bésa…me – mi voz se pierde en la garganta que comienza a darme problemas. Un sonido me indica que te levantas y vislumbro tu silueta difuminada acercando tu rostro hacía el mío.

Tus suaves labios se posan una vez más en los míos, sintiendo tu esencia nuevamente mezclándose con la mía, regalándome aquel amor que compartimos juntos hasta el día de hoy. Mis ojos se estremecen y se llenan de lágrimas, mientras mi cuerpo absorbe de a poco mis últimas energías.

Te separas y siento tus lagrimas rodar ya sin poder contenerlas. Tampoco quieres hacerlo.

- Te…amo – susurro ya con mi último suspiro, mientras mi mano que se mantuvo firme contra la tuya, de a poco comienza a aflojarla.

Mi mirada queda fija en tu rostro, mientras una suave sonrisa aparece en mis labios ya relajados.

Tú lloras junto a mí, yo sin poder evitarlo nunca más. Los rayos del sol invaden completamente la estancia, mientras un suave susurro se escucha despacio.

-“No llores, por favor, no llores más”.